domingo, 25 de diciembre de 2011

Un Atardecer con Rostro.


Esa tarde hubo una triste y fría brisa que le secó sus lágrimas, los últimos rayos del  atardecer le acurrucaban su corazón, haciéndole recordar que todo estaría bien y que un mejor mañana vendría. Había cosechado los sueños del mañana en un huerto cerca de su jardín, donde las flores que plantó y cuido por años, le prometieron su compañía y una eterna amistad. Ella era un corazón desolado y solitario sin embargo nunca estaría sola, la naturaleza la arropó con el mayor de los cariños. Después de ese día todos los paisajes mostraban su cara, el atardecer se teñía de su nostalgia por el ayer y el amanecer se esmeraba en traer la esperanza del mañana, eran dos caras de una moneda perfectamente compatibles, que mantenían el equilibrio en el tiempo y el balance perfecto entre el pasado y el futuro. 

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